Efecto de las micotoxinas en la producción porcina  (Parte I)

El no evitar la formación de micotoxinas en el campo o durante el almacenamiento, puede dar lugar a un aumento del riesgo para la salud de los animales, y a un empeoramiento de los índices técnicos.

Escribe: Alberto Quiles Sotillo

Las micotoxinas son metabolitos secundarios producidos por hongos toxigénicos que tienen efectos nocivos sobre la salud animal. Se trata de sustancias policetónicas que se producen cuando se interrumpe la reducción de los grupos cetónicos en la biosíntesis de los ácidos grasos, por parte de los hongos al utilizarlos como fuente de energía.

Las afecciones resultantes de la ingestión de estos metabolitos son denominadas micotoxicosis.

Los primeros estudios se iniciaron en la década de los años 60 como consecuencia de una intoxicación masiva que provocó la muerte de 100.000 pavos, y que se relacionó con una contaminación micótica.

Las micotoxinas que más afectan al ganado porcino están producidas por los géneros Aspergillus y Fusarium. Estos hongos requieren un sustrato (generalmente los cereales) para crecer, multiplicarse y producir toxinas, y unas ciertas condiciones de temperatura y humedad (humedad del grano superior al 3%, humedad relativa del aire superior al 70%, y una temperatura mayor de 20º C), así como un pH entre 6-7 y una concentración de oxígeno superior al 20%.

La contaminación del alimento por estos hongos puede ser: bien, durante el período de crecimiento de la planta, o bien, durante el proceso de almacenamiento.

En cualquier caso, una vez que el vegetal ha sido infectado por hongos, y estos han producido las correspondientes micotoxinas, estas son muy difíciles de eliminar o de controlar sus niveles debido a su gran estabilidad física y química.

En ocasiones, observamos que durante el proceso de tratamiento de los cereales se puede matar a los hongos, sin embargo, la micotoxina permanece en el sustrato.

La presencia de micotoxinas en el pienso de los cerdos afecta no solo a la salud de los animales (infección aguda), manifestando los cerdos anemias, coagulación disminuida, fragilidad capilar, ascitis, ictericia y diarreas hemorrágicas, sino también a los rendimientos productivos (menor velocidad de crecimiento, peor índice de conversión, menor consumo de pienso, disminución de la eficacia reproductiva) provocando una serie de pérdidas económicas importantes para la producción porcina (infección subaguda o crónica).

Estos efectos van a depender del tipo de toxina, del tiempo de exposición, de la dosis y de la edad del animal o categoría.
Hasta el momento se han identificado más de 200 micotoxinas. Sin embargo, las micotoxinas que cobran una mayor relevancia en la alimentación porcina son las aflatoxinas, la ocratoxina A, la zearalenona, las fumonisinas y las tricotocenas.

Estas micotoxinas suelen ser genotípicamente específicas para un grupo de especies de hongos pertenecientes a un mismo género, sin embargo, pueden ser igualmente elaboradas por hongos pertenecientes a géneros distintos.

Cuanto más compleja sea la vía de biosíntesis de una micotoxina, menor será el número de especies fúngicas capaces de elaborarla.

Aflatoxinas

Las aflatoxinas son micotoxinas producidas por hongos del género Aspergillus (A. flavus, A. parasiticus y A. nomius). Son las micotoxinas más importantes.

Las principales aflatoxinas son B1, M1, G1, M2, B2 y G2, siendo las dos primeras las más tóxicas.

En lo que respecta a la alimentación de los cerdos, las aflatoxinas se encuentran principalmente en los cereales y en las oleaginosas.
Las aflatoxinas tienen un efecto cancerígeno, teratogénico y mutagénico, afectando a órganos como el riñón, hígado y cerebro.
Así mismo, las aflatoxinas tienen un efecto inmunodepresor, al inhibir la fagocitosis y la síntesis proteica, interrumpiendo la formación de ADN y ARN y proteínas del ribosoma.

Ocratoxina A

La ocratoxina A es una micotoxina producida por el género Aspergillus (A. ochraceus, A. alliaceus, A. melleus, A. ostianus, A. petrakii, A. sclerotiorum y A. sulphureus).

Por lo que afecta a la alimentación de los cerdos, diremos que se encuentra preferentemente en los cereales.

Los principales órganos afectados son el riñón y el hígado, y al igual que las aflatoxinas, tiene un efecto inmunodepresor, al provocar necrosis del tejido linfático. Estudios recientes han demostrado que la ocratoxina A posee además propiedades carcinogénicas y teratogénicas.

Zearalenona

La zearalenona es una micotoxina producida por el género Fusarium (F. roseum y F. moniliforme). Esta micotoxina contamina fundamentalmente los cereales (maíz y subproductos, cebada, trigo, avena y sorgo).

Las cerdas jóvenes y las nulíparas son muy sensibles a esta intoxicación, provocando hiperestrogenismo (con la aparición de signos de madurez sexual en cerditas jóvenes), vulvovaginitis y edema de la vulva.

Fumonisinas

Las fumonisinas son micotoxinas producidas por el hongo Fusarium moniliforme, aunque también las pueden producir otras especies como Fusarium proliferatum y Fusarium anthophillum.
Las dos variedades más importantes son la B1 y la B2, las cuales contaminan los cereales, principalmente, el maíz. La fumonisina B1 es la responsable del edema pulmonar porcino.

Los órganos más afectados son el cerebro, el pulmón, el hígado, el riñón y el corazón. Su mecanismo de acción es la inhibición de la síntesis de los esfingolípidos (esfingonina y esgingosina).

Tricotecenas

Las tricotecenas son micotoxinas producidas por el género Fusarium (F. tricinetum, F. roseum, F. graminearum). Suelen contaminar principalemtne los cereales (maíz y subproductos, cebada, arroz, sorgo, trigo y subproductos, avena y mijo).

Provocan, generalmente, alteraciones gastrointestinales, aunque también pueden afectar al sistema nervioso, circulatorio y la piel.
Su mecanismo de acción es la inhibición de la síntesis proteica, seguida de una interrupción secundaria de la síntesis de ADN y ARN. También, presenta una actividad inmunodepresora.
Las tricotecenas más relevantes con respecto a la producción porcina son vomitoxina o deoxiniralenol, toxina T-2 y diacetoxiscirperol.

Medidas preventivas para reducir la presencia de micotoxinas

Las medidas de prevención de la formación de micotoxinas en los piensos están dirigidas a impedir la biosíntesis de toxinas y su metabolismo durante el crecimiento de la planta o durante el almacenamiento de las materias primas.

El no evitar la formación de micotoxinas en el campo o durante el almacenamiento, puede dar lugar a un aumento del riesgo para la salud de los animales, y a un empeoramiento de los índices técnicos.

A la hora de reducir al mínimo la presencia de micotoxinas en los piensos, hemos de tener en cuenta los factores medioambientales que fomentan la infección, el desarrollo y la producción de toxinas.
No podemos pretender una eliminación total de las micotoxinas, exigiendo una tolerancia cero, ya que ello va a depender, en parte, del método analítico.

Además, debemos tener presente que aproximadamente un 25% de la reserva mundial de cereales está contaminada por hongos, con mayor o menor intensidad, con regiones en las que entre un 80 y 100% de la producción se encuentra contaminada.

Las prácticas de cultivo, la rotación de cosechas, la fertilización, el tiempo de la siembra, el control de malezas, la pluviosidad en la temporada tardía, el viento y los vectores de plagas son factores que influyen en la cantidad y origen del hongo. Junto a ello, no debemos de olvidarnos de utilizar fungistáticos, fungicidas e insecticidas, para evitar la contaminación de los cereales durante la cosecha.

Es muy importante el control de los insectos durante la cosecha de los cereales, ya que estos no solo actúan como vectores biológicos de los hongos, sino que favorecen el crecimiento y proliferación de los hongos en el interior del grano al provocar la rotura del pericarpio, facilitando la entrada de los hongos hacia el interior.
Además, el propio metabolismo del insecto puede hacer aumentar el grado de humedad en el grano.

Por otra parte, las medidas preventivas deben aplicarse también, a la manipulación y tratamiento del alimento durante la fabricación de los piensos, ya que es otro punto crítico donde puede verse favorecido el crecimiento y multiplicación de hongos.

Al margen de los controles y análisis que se efectúan sobre las materias primas y sobre el pienso, hemos de extremar las medidas higiénicas y de desinfección durante el almacenamiento, vigilando las condiciones medioambientales, sobre todo en lo referente a la humedad, pero sin olvidar la temperatura, el pH y la concentración de oxígeno.

La ausencia de hongos en el alimento no es determinante para asegurar que ese alimento esté libre de micotoxinas, ya que se puede haber eliminado el hongo pero no los metabolitos al resistir los diversos tratamientos químicos y físicos a los que se someterá al alimento.

Métodos para la descontaminación, detoxificación e inactivación

La descontaminación, destoxificación e inactivación se refiere a los tratamientos efectuados sobre las materias primas poscosecha para eliminar o reducir las micotoxinas. Estos métodos se centran en la degradación, destrucción, desactivación y absorción de las micotoxinas de los productos vegetales mediante métodos físicos, químicos o biológicos.

Entre los métodos físicos podemos citar principalmente la limpieza y separación, la inactivación por medio del calor y la irradiación. La separación consiste en eliminar aquellas granos y fracciones más contaminados.

La mayor concentración de micotoxinas se encuentra en el pericarpio de los granos y en el polvo del cereal. Se pueden aplicar métodos manuales de separación y métodos de flotación y de segregación por densidad, por ejemplo para el maíz.
El inconveniente de estos métodos es que no permite la separación total de las fracciones contaminadas.

Los métodos térmicos consiguen buenos resultados en la eliminación de hongos, ya que las temperaturas que se alcanzan durante el proceso de fabricación del pienso (70-80 ºC) son suficientes para eliminar gran parte de la población fúngica.
Sin embargo, no podemos decir lo mismo de su acción frente a las micotoxinas, ya que difícilmente vamos a conseguir la inactivación de las mismas por medio del calor debido a su resistencia a las altas temperaturas, no destruyéndose completamente por procedimientos como la autoclave, la ebullición en agua u otros procesos térmicos.

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